En los últimos tiempos nos hemos encontrado a numerosos famosos (celebrities, políticos, periodistas…) haciendo referencia a que “la ciencia ha hablado”, y por tanto no tiene cabida ningún comentario o planteamiento que tenga la osadía de poner en entredicho la versión oficial.
Me viene a la cabeza el caso de Leonardo Di Caprio, en una conversación con Obama en la Casa Blanca donde afirmaba lo siguiente: “Si no crees en el cambio climático, no crees en los hechos, ni en la ciencia, ni en las verdades empíricas. Y en mi humilde opinión, no se te debería permitir optar a un cargo público”.
Esta declaración fue interpretada por muchos como un ataque a Donald Trump, que respondía lo siguiente en su cuenta de Twitter: “El concepto de calentamiento global fue creado por y para los chinos, con el objetivo de hacer no competitiva la fabricación en EEUU”.
No es el objeto de este artículo entrar a valorar quien lleva razón, sino aclarar lo siguiente:
Amigo Leo, sugerir que la ciencia está escrita (como si se tratará de los diez mandamientos cincelados en la tabla de Moisés) es sencillamente no entender la mera esencia de la ciencia.
El método científico se basa en la observación de un problema, llevando a cabo infinidad de pruebas para desarrollar hipótesis que permitan hacer predicciones futuras. Predicciones que hay que mirar con escepticismo. Y es que solo por medio de una investigación objetiva y rigurosa podremos llegar a entender nuevos datos que pueden ser, o no, consistentes con las observaciones iniciales.
En otras palabras, lo que entendemos por ciencia, no es más que un conjunto de verdades, que a priori parecen ciertas pero que deben ser continuamente desafiadas para demostrar que siguen estando vigentes. Debemos entender por tanto la ciencia como la búsqueda interminable de la verdad, y no un consenso perenne.
Y es que, el progreso humano a lo largo de la historia se basa en ir contra el consenso establecido.
Todos y cada uno de los científicos de la época opinaban que el hombre jamás sería capaz de volar. Sin embargo, un par de hermanos, mecánicos de bicicletas, osaron a desafiar al consenso establecido. Una aventura apasionante que se tradujo en uno de los mayores avances de la historia: el avión.
Amigo Leo, la ciencia no requiere de ti, ni de nadie para defenderla a golpe de imposición y censura. La ciencia se sostiene por sí misma. Y si no se sostiene es porque algo o alguien ha desarrollado una serie de hipótesis alternativas que anulan las anteriores por demostrarse como superiores o más válidas. Lo cual debería entenderse como un hecho positivo por el conjunto de la sociedad, ya que nos acerca a la verdad.
Y es que, en una sociedad libre debemos ser capaces de cuestionar las cosas. Por ello, la ciencia debe ser continuamente atacada, desafiada, y puesta en entredicho, y de no hacerlo, sencillamente estaremos lastrando el progreso.
Son muchos los científicos e inventores que fueron perseguidos por ir en contra del consenso establecido. Un claro ejemplo es Galileo Galilei, que pasó los últimos años de su vida en arresto domiciliario, simplemente por afirmar que la tierra no es el centro del universo, sino un planeta más de los que giran alrededor del sol.
Amigo Leo, tú y tus amos, sois la nueva Inquisición.
Pd: Si quieres descubrir historias apasionantes de emprendedores y aventureros que osaron a desafiar al consenso establecido, te puedo recomendar estos libros: